
Hace
unas semanas tuve la suerte de poder leer el artículo “Hacen falta cinco cumplidos para resarcir un insulto” en el Blog de Eduard Punset. Esto me hizo reafirmar algo que ya tenía muy
claro, la importancia de saber elogiar a los más pequeños en lugar de repetir y
reafirmar, directa o indirectamente, lo que no realizan tan bien.
Los
padres y madres son las personas que más quieren a sus hijos e hijas, pero
también los que más “los sufren”. Está
demostrado que en cualquier relación lo que en un inicio nos agrada y sorprende
por lo bien que se hace, en poco tiempo se convierte en una “obligación” y nos
centramos en lo que no se realiza tan bien.
Esto también ocurre con ellos.
Tendemos
a responder sólo ante las malas conductas y esto hace
que el niño perciba a veces que la única manera de recibir atención de sus
padres es comportándose mal.
Lo
correcto es felicitar al niño
inmediatamente después de que haya hecho algo bueno, incluidas las
“pequeñeces” como hablar sin gritar, pedirle un juguete a su hermana en lugar
de quitárselo, estudiar todos los días…
Así
que, entendiendo y comprendiendo lo difícil que puede llegar a ser, no podía
dejar de intentar dejar unas breves recomendaciones para “saber elogiar” y que
así, de vez en cuando, nos centremos y expresemos a nuestros hijos e hijas lo
bien que también saben hacer las cosas.
Para empezar, olvidémonos de las ETIQUETAS, por favor

Cuando
etiquetamos el comportamiento o conducta de un niño o niña estamos utilizando afirmaciones que son vagas y generales
y, por lo tanto, no le estamos diciendo al niño de una forma clara qué es lo
que esperamos de él o qué es lo que está haciendo mal.
Esto
nos puede llevar a lo que se conoce como “Profecía autocumplida”:
el niño acabará comportándose siempre de la manera en que le decimos que se
comporta a veces. Por ejemplo, “eres un desordenado y un desastre”.
Por otro lado nos hacen ver al niño como
incorregible, cuando en realidad la conducta de un
niño o niña cambia con el paso del tiempo y de una situación a otra. Y esto
puede llevarnos a la Pasividad, llegando a pensar que este niño es “así” y que
no hay nada que podamos hacer.
Recomendaciones de cómo ELOGIAR
Debe
hacerse a menudo. “Qué bien
te has portado en casa de los abuelos”, “estás poniendo la mesa genial”, “eres
un fenómeno haciendo la cama”, “qué bien que te has lavado los dientes tú solo,
sin que yo te dijera nada", etc.
- Usar elogios concretos. Hay que decirle al niño exactamente lo que ha hecho bien. Cuanto más concreto sea el elogio, mejor comprenderá el niño lo que ha hecho bien y será más probable que lo repita. Por ejemplo, una mañana vemos que nuestra hija se ha hecho la cama, y al encontrárnosla en el baño peinándose le decimos “muy bien, cariño”.
- Elogiar el comportamiento y no la personalidad. En lugar de “eres una niña muy buena”, “qué bien has hablado a la abuela”.
- Elogiar inmediatamente. Los elogios son mucho más eficaces cuando se producen pronto, especialmente en el caso de niños pequeños. Algunos niños mayores pueden apreciar el reconocimiento posterior.
- Elogiar cada pequeño paso en el camino hacia la conducta deseada. Debéis felicitarle por sus pequeñas mejoras, no por la perfección de sus acciones.
- Elogiar de acuerdo con las preferencias y reacciones del niño. En niños pequeños: abrazos, besos,… junto con palabras de aprobación. En niños un poco mayores: elogios discretos (un guiño, levantar el pulgar,…). Otros niños mayores aceptan mejor comentarios simpáticos que elogios directos: “qué brigada de limpieza habrá pasado por aquí” puede ser mejor que decir “has hecho la cama y has limpiado estupendamente”.
- También se puede elogiar al niño delante de otras personas para que él lo oiga.

¿Elogiar es lo mismo que premiar? Cómo PREMIAR

Según la orientación cognitivo-conductual el elogio puede ser una forma de premio o refuerzo positivo con la intención de modificar una conducta. Es decir, el elogio en sí es un tipo de premio o recompensa social que hará sentir mejor al niño, pero que, en algunos casos, debe ir acompañada de otro tipo de reforzadores. En este sentido unas recomendaciones son:
- Sólo dar premios materiales al niño cuando se comporte bien. Por ejemplo, los sábados cuando salimos a pasear por la mañana: “Si te portas bien el sábado por la mañana, te compraré los cromos y unas gominolas”. Los premios no tienen por qué ser siempre cosas materiales. Se puede premiar de muchas otras maneras: dedicándole al niño una tarde entera de juegos con él, llevándole al parque, dejando que escoja la cena, 15 minutos más de videojuegos el sábado,…
- Las recompensas y privilegios que demos al niño deben estar adaptados a sus gustos particulares. Por ejemplo: Para un niño ver la tele 15 minutos más antes de acostarse puede ser un premio y para otro no. Para un niño que come muy mal escoger la cena del sábado es un premio y para otro que come de todo no tanto.
- Estos premios deben variarse con cierta frecuencia, para evitar la saciación, es decir, que el niño se canse de recibir siempre los mismos premios.
- Los premios deben ser coherentes, es decir, darse en proporción a la importancia y dificultad de la conducta que se desea premiar. Los grandes premios sólo deben darse si se trata de un comportamiento adecuado que nos parezca importante y que le suponga un esfuerzo al niño.
Pero, como siempre, los que mejor conocéis a vuestros hijos sois vosotros, las personas que los queréis y cuidáis. Tened presente que cada niño es diferente, que lo que hace casi siempre tiene un motivo e intentad no quedaros sólo con lo aparente.
Mediante sus actos os están demostrando sus emociones y sentimientos, escuchémoslos.
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